El paisaje es, junto con el retrato, la otra gran modalidad de la fotografía. Desde los inicios de este arte se han registrado innumerables veces los paisajes con los que convivimos. Aquellos más próximos y cotidanos y también los más remotos. Como todo en la vida, el paisaje, aunque parezca algo estático, es un elemento icónico que está sometido a cambios de mayor o menor calado.
Tanto fenómenos ambientales de carácter aislado que, por ejemplo, hacen cubrir las tierras con una capa blanca en los meses invernales, a los cambios de color de la flora que expresan la finalización de una estación y la llegada de la siguiente, todo paisaje es una imagen en cambio constante. En muchas ocasiones con variaciones sutiles.
También la exploración de edificaciones humanas de carácter histórico en algunos casos y otros contemporáneos de gran calidad visual nos ha interesado desde siempre.
Este amplio registro de situaciones es el que pretendemos captar para, de alguna manera, fijar un momento en el que diversos elementos se concitaron para ofrecernos una estampa que merece ser la pena disfrutada por nuestros ojos a lo largo del tiempo.